Recientemente publicamos un vídeo de Richard Stallman sobre el compromiso de la educación con la vinculación del individuo a un tipo u otro de tecnología, desde el punto de vista de la libertad, es decir que la educación podía influir para que el individuo fuera un usuario ligado al uso de software privativo o para que tenga un criterio amplio y pueda elegir que usar más allá de si es privativo o si es Floss.
Direccionados hacia lo privativo
Lastimosamente esto no ocurre, y en especial en la academia, en países como Colombia la dirección apunta principalmente a usar tecnologías propietarias y privativas aún cuando existan mejores soluciones del lado de las tecnologías Floss en una situación que pareciese mediada por la costumbre, la falta de iniciativa de aprendizaje o simplemente el oscuro manejo de intereses comerciales.
Con situaciones como el manejo de formatos privativos como lo son los de Microsoft Office existiendo toda una gama de la mano del Open Document. Es tonto pensar que la producción científica y documental tenga que estar ligada a hacerlo en un formato en particular. Cuando un artículo se podría escribir en cualquier procesador de textos.
Esto aunado con la interpretación acomodada de estándares de escritura que se tergiversan para usar fuentes tipográficas propietarias. El matrimonio conveniente entre herramientas estadísticas que podrían ser reemplazadas fácilmente por alternativas Floss. La exigencia en la utilización de herramientas que manejan formatos propietarios. O que solo funcionan en sistemas operativos privativos y la más ridícula de las prácticas: La insistencia en tecnologías privativas apoyada en el uso de versiones de prueba que no traen todas las funcionalidades.
¿Y los conceptos en la enseñanza?
Stallman, siempre ha hablado que el software privativo es como una droga. Y pareciese que la academia está participando con conocimiento o sin el, en este “microtráfico”. Creando profesionales que entenderán que su desempeño profesional está atado inexorablemente a una herramienta privativa.
La educación debe ser conceptual, para lo cual la academia debería dar un paso a un lado con respecto a esos leoninos “Campus Agreements” y revisar que puede enseñar sin necesidad de vincularse a una u otra herramienta y dejando que la producción de conocimiento y la validación práctica del aprendizaje se pueda hacer en la herramienta que el usuario decida.
De otro lado, la misma academia no debe enfrascarse en la dificultad de adaptarse a nuevas tecnologías cuando se les propone el uso de tecnologías Floss. El usuario es capaz de adaptarse cuando sea y como sea. Todo está en la motivación detrás del cambio. Un ejemplo sencillo es lo que ha venido ocurriendo con las tabletas. En donde usuarios de Windows de escritorio se pasan a Android o iOS sin tener problemas sin solución. Todo de la mano de la moda y la novedad que han generado dichos dispositivos.
Realmente no hay excusa para esclavizarnos a las tecnologías privativas. Y mucho menos un argumento que la academia pueda proponer para seguir justificando su uso. Así como su participación en el lavado de cerebro que le hace a esos futuros profesionales.