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Android es el nuevo Windows

Siempre he pensado que la gente de Google, las manos que llevan el timón de una de las compañías que construyen el futuro, no corresponden a personas tontas que han tenido un golpe de suerte. Generalmente esos golpes de suerte acaban con una muerte súbita de éxito o con la compra de la compañía por un pez más grande, pero Google ha seguido dando pasos con pie firme siguiendo un plan en el que los detalles son lo menos interesante y el mantra principal es terriblemente sencillo: somos una compañía de servicios y si no hay suficiente plataforma para distribuirlos, la creamos.

Sobre esta premisa, cuando Eric Schmidt supo por primera vez de la existencia de un plan de Apple para asaltar el mundo de la movilidad es posible que no le prestara mucha atención al principio salvo el interés de cómo en Cupertino serían capaces de crear un nicho marginal. Pero por supuesto, Google, que está en todas las salsas, participó. Y cuando aquel “nicho marginal” empezó a coger velocidad e inercia, en Google entendieron que las posibilidades de negocio eran inmensas, que la computadora, iba a ser desplazado en menos de 20 años y que sus servicios no solo debían estar en todas las plataformas, sino que había una posibilidad de liderar el mercado haciendo algo que no habían hecho nunca: un sistema operativo completo.

Y se sentaron a trazar un plan.

El mercado de los sistemas operativos es un nicho joven que tiene pocos ejemplos (más bien uno) de éxito que analizar y sobre todo, muchos ejemplos de fracaso. El objetivo de Google, por supuesto, era tener éxito y establecerse como primer sistema operativo en una plataforma emergente de hardware desplazando al resto de participantes. Y como el éxito, cuando hablamos de sistemas operativos y de venta se servicios, se establece sobre una única cifra que es la cuota de mercado solo hicieron aquello que era factible hacer: deshacerse de todo el peso y correr lo suficientemente deprisa como para llegar primero a la meta y después ocuparse de los flecos que habían dejado durante el camino mientras sus competidores llegaban al mismo punto. Así que Google inició esta carrera usando exactamente las mismas tácticas que había utilizado Microsoft para hacerse con el mercado de los sistemas operativos en las computadoras, dando algunas pinceladas para maquillarlas lo suficientemente como para que no se notara (mucho) que los viejos trucos siguen funcionando mucho mejor que las nuevas estrategias cuando es el dinero lo que importa y lo de menos los usuarios.

Así que el primer paso en esta carrera frenética fue comprar un sistema operativo. No había tiempo para crear código propio, así que al igual que Microsoft compró DOS, Google compró Android Inc. en 2005 y se dedicó desarrollar encima de ese núcleo una serie de aplicaciones middleware para darle consistencia al sistema operativo inyectándole en la medida de lo posible todos sus servicios por el camino.

Y al igual que hizo Microsoft, licenció este sistema operativo, pero “vendiéndolo” como “libre” bajo la licencia Apache aunque gran parte del núcleo de Android sigue siendo propiedad de Google y su código es intocable. La razón por la que Google decidió hacer esto es que, al contrario que Microsoft, no partía en condiciones de igualdad frente a su competidor inmediato, Apple, ya que el mismo año que anunció la disponibilidad de Android la empresa de Cupertino ya había puesto en el mercado su primer teléfono con su sistema operativo iOS y estaba teniendo un éxito arrasador.

Para Google era esencial acelerar al máximo en ese momento y la decisión de licenciar de forma abierta Android no respondía más que a su interés por adelantar a Apple a cualquier precio a pesar de que la compañía de Cupertino ya había iniciado la carrera y le llevaba cierta ventaja.

Para descargar aún más peso muerto, Google se desentendió totalmente del código nativo: La estructura del sistema operativo Android se compone de aplicaciones que se ejecutan en un framework Java de aplicaciones orientadas a objetos sobre el núcleo de las bibliotecas de Java en una máquina virtual Dalvik con compilación en tiempo de ejecución. Esto trasladaba la necesidad de ejecutar el código de forma eficiente desde el propio desarrollador a los fabricantes de hardware, que debían hacer un esfuerzo en crear procesadores competitivos que ejecutaran el código de Google de forma eficiente.

Así la compañía de Mountain View eliminaba de su mochila otro peso: simplemente trasladaba el problema del rendimiento de Android a terceros lo que le permitía seguir acelerando para adelantar a su competencia.

Como parte de la estrategia de Google, la licencia extremadamente abierta de Android permitió a los licenciatarios modificar el sistema operativo de forma que se adaptara a sus necesidades y hardware de tal forma que al igual que ocurrió con Windows, surgieron “sabores” y “variantes” del sistema operativo adaptadas exclusivamente al hardware en el que iban instaladas. Microsoft fue más restrictiva que Google en su momento pero los diferentes fabricantes de ordenadores se encargaron (a pesar de la reluctancia de Redmond) de crear versiones de Windows específicas para modelos de ordenador específicos, cargados con crapware y software especial de cada compañía… justo exactamente igual que ocurre en el mundo Android, donde cada fabricante añade modificaciones, esta vez mucho más amplias, y sus propias aplicaciones y servicios siempre que estos no compitan o resulten una amenaza para Google.

A partir del momento en el que el hardware para dispositivos móviles alcanzó un punto en el que resultaba competitivo fabricarlo en masa, Android simplemente estalló. Los fabricantes de teléfonos móviles se lanzaron a una frenética carrera por competir con Apple apoyados, empujados y refrendados por Google que veía como empezaba a adelantar a Apple ampliando su cuota de mercado y colocando al pequeño robot verde en casi cualquier dispositivo que pudiera llevarse en un bolsillo o en una cartera.

Pero las mismas tácticas suelen aparejar los mismos errores y Google ha caído en ellos de la misma forma que cayó Microsoft.

En su rápido despliegue desde 2005, Google ha dejado atrás muchas cosas empezando por los usuarios. Los usuarios NO son importantes para Google. A pesar de que hay una activa comunidad en la cabeza de la cuota de mercado de Android que defiende con pasión este sistema operativo, el grueso de los usuarios del sistema operativo de Google son compradores a los que no se les ha ofrecido ninguna alternativa: simplemente “estos son los modelos de dispositivos móviles que hay en el mercado y llevan Android” de la misma manera que “estos son los ordenadores disponibles en el mercado y llevan Windows”. Las elecciones de los usuarios pasan ya desde hace tiempo por el propio interés de los mismos en buscar alternativas ya que el mercado solo les ofrece de forma monolítica el sistema operativo mainstream. De hecho, esta gran masa media no es usuaria de la marca de hardware y solo, y de nuevo, en un porcentaje pequeño, son usuarios de Android.

Hay otro problema grave al respecto de crecer tan rápido y olvidarse de los usuarios: que no se cumplen las expectativas de los mismos empezando por la seguridad. Según McAfee, Kaspersky o TrendMicro (por citar a tres empresas dedicadas a la seguridad informática a todos los niveles), Android es una pesadilla de seguridad, fruto de la prisa de Google de establecerlo como primer sistema operativo móvil. No es solo una cuestión de cuotas de mercado que atraigan a maleantes: la fragmentación, el desarrollo de capas y capas encima del núcleo de Android supone, en los inicios de un sistema operativo joven, innumerables problemas de seguridad de todo tipo.

En seguridad informática hay dos claras tendencias: la proactiva, en la que “el sistema” se encarga de defender al usuario da igual la amenaza que sea y la “reactiva” en la que el el sistema reacciona ante una amenaza establecida para eliminarla. Google, para evitar pesos muertos que entorpezcan su carrera al primer puesto, ha optado por “reaccionar” ante las amenazas de seguridad, una situación extremadamente peligrosa para los usuarios ya que es solo cuestión de tiempo que tarde o temprano acaben siendo asaltados mientras Google pone parches a “toro pasado” o no impone medidas restrictivas de inicio en sus servicios que acaban siendo envenenados con frecuencia como es el caso del malware en la tienda de Aplicaciones de la compañía. Una situación reconocible también en el crecimiento de Windows.

A Google tampoco le interesa, por otra parte, mostrarse excesivamente proactivo en seguridad ya que parte de la percepción de la empresa que tiene el público está basada en cierta “libertad” inexistente salvo para aquellos con conocimientos técnicos, pero que queda maravillosamente bien cuando está escrita en letras de colores. Los usuarios de Android no son mucho más “libres” que los de Apple o Microsoft, y disfrutan de ciertos privilegios de la misma forma que otras plataformas ofrecen diferentes privilegios a sus usuarios.

Dando un paso atrás, y mirando todo este tema desde cierta perspectiva, vemos como al final Android se parece mucho a Windows: un fragmentado entorno de hardware con una casuística que hace de Android un mundo diferente en cada marca y en cada dispositivo (mucho más todavía que en Windows), un brutal deseo de conquistar la cima de los sistemas operativos móviles olvidando por el camino a los usuarios y un entorno inseguro y poco o nada fiscalizado, disfrazado como “libertad” pero que debería llamarse “descuido permitido” o quizás y peor, “desidia organizada”.

Android es el primer sistema operativo para dispositivos móviles del mundo y no hay duda porque las cifras no mienten. Pero repite las mismas tácticas para alcanzar este puesto que hizo que el sistema de Redmond se adueñara del mercado. Es simplemente el nuevo Windows.

 Tomado de PoderPDA quienes a su vez lo tomaron de El Economista.es

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