¿Es más ecológico el FOSS?

Del FOSS se han dicho muchas bondades, que permite ayudar a reducir la brecha digital, que aporta a construir soberanías tecnológicas, que impide que invadan la privacidad, entre otras muchas cosas. Pero entre todo esto, ¿será posible que además de esto contribuya de alguna manera a cuidar el medio ambiente?

El impacto de la tecnología sobre el medio ambiente

Con respecto a este interrogante, hay que entender el efecto que tiene la tecnología sobre el medio ambiente, para desentrañar si es positivo el efecto del FOSS sobre el mismo.

De un tiempo para acá existe una ola consumista que año tras año se acelera haciendo que desechemos tecnología de manera alocada. Las personas cambian de computadores cada vez más rápido debido a que la publicidad los incita a tener lo último. Además que el software privativo de la mano de esta tendencia consumista obliga a cambiar de versiones. Que normalmente requieren cada vez más capacidades de hardware. Lo que hace que los tiempos de uso del hardware se reduzcan y por ende se genere un gran volumen de basura tecnológica.

¿Más recursos tecnológicos?

Para el caso del FOSS, es evidente que también hay nuevas versiones y que algunas requieren más o mejores recursos, pero de la misma manera el software (sin la intervención del código por parte del usuario) ofrece la posibilidad de manejar versiones livianas aunque recientes del software como el caso de Gnome 3, que aunque permite la utilización de Gnome Shell (que a pesar de todo no requiere máquinas recientes) y también la utilización del Gnome Clásico el cual es mucho más liviano.

De la misma manera los sistemas operativos FOSS ofrecen la alternativa de elegir los programas a instalar lo que permite utilizar máquinas realmente antiguas con solo lo requerido y de esta manera “reciclar” o alargar la vida útil de computadores que sistemas operativos privativos dejarían en el basurero.

Por otro lado, el hecho de tener el código fuente a la mano permite que se modifiquen o adapten versiones del software para hacerlo más liviano, es lo que ocurrió con Gnome 3 y Mate, el cual fue construido para tener una alternativa más liviana de un escritorio basado en Gnome, de esta forma se adaptaron características visuales a nuevas librerías permitiendo su uso en máquinas más modestas.

Adicionalmente, existen programas diseñados principalmente para funcionar con bajo uso de recursos como el caso de manejadores de ventanas minimalistas como Ratpoison o entornos de escritorio como XFCE.

Sobre la obsolescencia

La otra cuestión es que al reducir el número de plataformas en donde pueda funcionar un software, esto hace que algunas arquitecturas queden obsoletas y por ende deban ser desechadas, aquí de nuevo el FOSS va al rescate permitiendo utilizar una amplia gama de arquitecturas lo que evita que estas pasen al tiradero.

Aparte del tema de los desechos tecnológicos, está el uso de energía; para este caso GNU/Linux a partir del kernel 3.2 ha implementado mejoras que hacen un uso más eficiente de la energía lo que lógicamente reduce su consumo siendo amigable con el ambiente.

También existen aplicaciones como TLP que permiten optimizar aún más el consumo de energía del sistema operativo contribuyendo a bajar los altos consumos de energía de la mano de la tecnología.

Cabe anotar también, que el FOSS y sus activistas han estado relacionados con campañas en pro de especies en vía de extinción como el demonio de Tasmania. Este se veía amenazado por tumores faciales. Así que de la mano de Linus Torvalds se estableció que la mascota del kernel 2.6.29. Y de la LinuxConf de 2009 fuera Tuz, el pequeño demonio de Tasmania que vemos acompañando este artículo.

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